He estado algo distante del blog, ya que estos días es para andar de cenicienta, limpiando aquí, sembrando acá y de paso hacer que los patroncitos se la pasen de lo lindo. Hoy hemos andado con mi papá, y haciéndole compañía, me he puesto a hacerlo recordar sus años de juventud, sus tiempos de hambre, de carencia, pero también de hambre de ser alguien en la vida...Ay mi viejito! a veces creo entenderlo cuando me cuenta que en su casa no había que comer, y se pensaba sólo en el día a día... Y aquí estoy yo, que fui una primogénita que todo lo tuvo y que una en su niñez nunca comprende lo que los padres sacrifican hasta que nos toca cumplir con el mismo compromiso: la dicha de ver nacer a nuestros hijos, verlos crecer, inculcarles los buenos valores: honradez, sinceridad, responsabilidad... y esperar que todo lo que les damos no los perjudique, al contrario: los haga personas de valor y de calidad humana y profesional.....ay mis amigas que tarde comprendemos a nuestros viejitos, aun cuando ellos nos quieren afrontar a problemas que vemos muy lejos de que lleguen a pasar. Pido mucho a Dios que nuestros padres puedan vivir mucho tiempo para que antes de que partan, nos empapen de su sabiduría, su tesón y su amor a la vida.
Quien las quiere y las bendice...
Kty D.